La carrera por lograr un diagnóstico temprano confiable del autismo ha puesto a la genética, bioquímica y  la neurología a hacer sus mejores esfuerzos. Los resultados más recientes arrojan esperanzas de prevención moderadas.

El autismo es una de las condiciones catalogadas dentro de los trastornos generalizados del desarrollo, que se caracterizan por comportamientos limitados en el lenguaje y la interacción social de quienes la padecen. Con frecuencia se ha definido al autista como una persona que vive en una burbuja de cristal; que habita un mundo interior sin relacionarse con otros, incapaz de manifestar afecto o emociones, y a quien le gusta ordenar su vida en una rutina estricta que no debe alterarse.

En la actualidad, los estudiosos del tema prefieren ampliar esa definición al hablar de personas con diversos grados de inteligencia y de déficit en su relación con otros seres humanos, pero con la posibilidad de establecer alguna manera de comunicación efectiva con sus semejantes. Esto ha abierto una ventana al tratamiento psicológico y pedagógico que en la mayoría de los casos ha entregado frutos alentadores.

De cualquier forma, el frente de batalla preferido por los investigadores tiene que ver con la naturaleza de esta enfermedad, sus posibles causas y cómo contrarrestarlas para llegar en un futuro a prevenirla y, por qué no, a curarla. A lo largo de los últimos años, las teorías sobre el origen del autismo han pasado del maltrato o la indiferencia de los padres a una causa más objetiva, de tipo biológico, que es en la cual se centran los actuales estudios.

Señales en el niño
Desde que Leo Kanner, siquiatra austriaco, se aisló en 1943 y se encerró en su mundo, su consultorio y sus pacientes, para describir este trastorno por primera vez, el autismo ha sido materia de concienzudos estudios a lo largo de seis décadas. Hasta hace unos años, los resultados de estas investigaciones aportaban muy poco o nada nuevo. Hoy, gracias a recientes descubrimientos, el panorama general de autismo podría resumirse así: su tratamiento oportuno mejora las condiciones del paciente, su prevención es una posibilidad a muy largo plazo, y su cura definitiva, infortunadamente, sigue siendo una utopía.

Algunos síntomas característicos son:

Del nacimiento a los 18 meses
â€Â¢ Apatía y desinterés por las personas, los abrazos y los mimos.
â€Â¢ Llanto constante o ausencia inusitada de llanto.
â€Â¢ Movimientos repetitivos de balanceo.
â€Â¢ Problemas de alimentación o sueño.
â€Â¢ Sordera aparente.
â€Â¢ Falta de desarrollo de las pautas de comunicación anteriores al lenguaje (no señalan algo  que les llame la atención; no miran a la persona cuando tratan de pedirle algo). Falta de juego simbólico (no simulan  un objeto con otro, por ejemplo, un carro con una caja o un teléfono con un banano).

De 18 meses a cuatro y cinco años
â€Â¢ Alternaciones del lenguaje o falta de éste.
â€Â¢ Excitación, ansiedad difícilmente controlable.
â€Â¢ Resistencia a distintas clases de cambios.
â€Â¢ Movimientos repetitivos con las manos, cabeza o cuerpo.
â€Â¢ Escaso desarrollo de respuestas de autonomía en el vestido, control de esfínteres, entre otros.
â€Â¢ Frecuentemente se presentan autoagresiones.
â€Â¢ Falta de imitación, simbolización y juego.
â€Â¢ Dificultades de relación.

Después de los 5 años
â€Â¢ Dificultad o imposibilidad de manejar símbolos.
â€Â¢ Persistencia de alteraciones del lenguaje.
â€Â¢ Tendencia al aislamiento y dificultades importantes de la relación.
â€Â¢ Dificultad para comprender y expresar emociones y pensamientos en sí mismos y en los demás.

Compromiso familiar
Establecer alguna forma de comunicación entre el niño autista y el mundo exterior es la meta principal en toda la terapia. En ese objetivo, aparte de los especialistas, desempeña un papel primordial la familia. Algunas recomendaciones son:
â€Â¢ Conocido el diagnóstico, actúen. El tiempo corre en contra.
â€Â¢ Rodéense de especialistas y establezcan con ellos un plan de acción, con una rutina general, y síganlo sin desfallecer.
â€Â¢ Observen en el comportamiento del niño cuáles son los estímulos a los que responde de alguna manera: la luz, el sonido, las vibraciones, las imágenes, en fin.
â€Â¢ El mundo debe ser un lugar predecible para ellos. Háganlo repetidas veces de forma visual y verbal. Así las pataletas por los cambios serán menores.
â€Â¢ No se desanimen. Cada niño tiene su ritmo. Húyanles a quienes desahucien su caso.
â€Â¢ No les cierren las puertas al mundo. Paulatinamente, muéstrenle otros lugares o actividades. Amplíenle sus intereses.
â€Â¢ Frente a los miedos del niño, expóngalo paso a paso hasta  que los supere. Ábranle el mundo en vez de cerrárselo.