Un nuevo bebé está lleno de retos frente a la relación de pareja. Uno de los más difíciles es acostumbrar al pequeño a su habitación.

Por comodidad, los padres suelen dormir con el bebé en su cama o con la cuna en su habitación. Lo primero no es recomendable durante toda la noche, por la seguridad del bebé (puede caerse de la cama o uno de los padres lastimarlo inconscientemente) y lo segundo, conviene proponerle una fecha límite. De manera invariable los sicólogos y pediatras promueven los seis meses como la fecha adecuada para pasar al bebé a su propia habitación, sin que esto sea una camisa de fuerza. Cada niño expresa desde temprana edad su personalidad, y con seguridad los más independientes pueden aceptar dormir solos incluso a los cuatro o cinco meses.

Pasar de la habitación de los padres al cuarto propio es un grito de independencia que los adultos deben ayudar a dar al niño. Es importante para su autonomía y lo incita a descubrir el juego solo y la imaginación.

Aunque la hora de acostarse y levantarse depende de las necesidades de cada niño y del horario de la familia, conviene acostumbrar al pequeño a un ritmo para que se habitúe a descansar siempre a la misma hora. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, entre el año y los tres años, las horas de sueño se reducen y que ningún horario puede imponerse con mucha rigidez.

De forma gradual, el niño se habituará a un determinado ritmo. Si no existe ningún problema fisiológico y se le rodea de un ambiente tranquilo, el niño debe dormirse sin ayuda y acostumbrarse a irse a la cama cuando es la hora, sin necesidad de hacer largos rituales.

Aunque hay que establecer ciertos hábitos, debe respetarse el ritmo de sueño del niño, que cambiará a medida que éste vaya creciendo en relación con la madurez de su sistema nervioso. El momento de acostar al pequeño se simplifica mucho si se fija una hora adecuada a la edad, se evitan las actividades excitantes después de la cena, se crea un ambiente agradable y tranquilo a la hora de acostarse y se le acompaña a alguna actividad reposada como contar un cuento. A veces los niños intentan buscar excusas para no irse a la cama y piden agua, ir al baño, compañía, juguetes, besos... Aunque hay que asegurarse de que el niño no tenga ninguna necesidad más urgente, no es recomendable alargar el ritual de acostarlo porque cada día intentará prolongarlo más.