Para los nuevos padres la estimulación es igual a inteligencia. Por ello desde el momento mismo de la gestación buscan cómo y dónde iniciar un programa de estimulación temprana para garantizar el futuro intelectual de su hijo.
Los padres se matriculan desde el embarazo en cursos de estimulación temprana y así sienten que se preparan para enfrentar el futuro con mas tranquilidad. Creen que su hijo es mas inteligente si camina antes de lo que caminó el hijo de la prima de Juanita o si simplemente empieza a hacer piruetas que arrancan una exclamación casi en coro de familiares y amigos:Qué niño tan inteligente..!, lo que aviva la autoestima de los padres. Pero están equivocados, esto es y no estimulación.
La estimulación es simplemente el inicio de un proceso educativo que nace desde el hogar, que tiene un motor que es el amor y que se manifiesta mediante caricias, palabras y juegos. Depende de la edad del niño, de su desarrollo intelectual, de su estado de salud, del horario. Pero también de muchos otros factores, como el hábitat en que se cría.
Se requiere un medio rico en estímulos positivos, paz familiar, buen trato, para que haya un verdadero programa de estimulación. En otras palabras, cuando hablamos de estimulación tenemos necesariamente que remitirnos a la palabra bienestar.
Orígenes de la estimulación
La estimulación como programa propiamente dicho se inició hace muchos años como una terapia rehabilitadora dedicada exclusivamente a los niños que tenían severas limitaciones motoras, psíquicas o sensoriales. Era evidente que se trataba de una estimulación tardía antes que temprana.
Cuando se detectaba un problema mucho tiempo después de su inicio, los resultados no eran muy alentadores. Cuando se detectaba tempranamente una limitación física o mental, y la terapia se iniciaba pronto, los resultados eran indiscutiblemente mejores. Fue entonces cuando se le agregó el calificativo de temprana para hacer énfasis en la necesidad de iniciarlo lo antes posible.
Al observar que aun en estos casos quedaban secuelas, muchos especialistas comenzaron a sugerir que la estimulación se anticipara a los problemas, utilizando las ecografías en el diagnóstico prenatal o pruebas como la amniocentesis, que consiste en extraer líquido del útero para ver, entre otras cosas, si hay problemas genéticos. Determinar el riesgo perinatal es pues una de las claves para iniciar la terapia preventiva.
Existe hoy un unánime reconocimiento de que aun el parto más normal representa una experiencia potencialmente agresiva para el frágil sistema nervioso del niño, que debe ser benéfico que este tejido esté en condiciones óptimas para afrontarlo. Esto ha obligado a dar un paso más en la búsqueda de la precocidad del estímulo, gasta llegar a decir que lo ideal es que la estimulación se inicie a partir de la formación de las neuronas cerebrales, lo cual ocurre en la semana 12 de la gestación.
Cuando el feto en el útero recibe estímulos tan especiales como una palmadita de la madre en el abdomen o cuando ella le entona canciones, sus neuronas reciben estos estímulos por intermedio de los receptores nerviosos ubicados en los órganos de los sentidos, todavía en formación, haciendo que se efectúe un crecimiento neuronal rápido y eficiente comparado con otros casos en los que no se realizan estos estímulos.
La estimulación, es el inicio del proceso educativo, y si los padres son nuestros primeros maestros, su preparación intelectual es parte importante del proceso.
Mamá feliz, bebé feliz
El bebé durante el embarazo está inmerso en una cápsula rodeada  en una cápsula rodeada de estímulos positivos y negativos, activadores o relajantes. La madre es la dueña de esa cápsula en la que el niño es como un astronauta que realiza un viaje de nueve meses, y su única comunicación con el medio externo es a través de ella. Todo lo que ella siente y manifiesta afecta de alguna manera el viaje de su hijo por el tiempo.
Se sabe que las mujeres embarazadas sometidas al estrés crónico, son probablemente madres de niños de bajo peso al nacer, con grandes riesgos metabólicos. Estos niños reciben descargas de adrenalina en forma permanente, escuchan la taquicardia de su madre y se ven afectados por esta situación precisamente en los momentos en los cuales se está formando su cerebro. Por el contrario, madres con una buena calidad de vida, con actitudes positivas, que viven bien, le transmiten a su hijo durante el embarazo no sólo sus mensajes de bienestar sino también, probablemente una dosis de endorfinas, hormonas llamadas de la felicidad. Por lo tanto, que valga el axioma de mamá feliz, bebé feliz. Por ello hablarle al niño en el vientre, tocarse el abdomen, ponerle música genera bienestar fetal, pero más que todo eso, lo hace la tranquilidad de la mamá.
De Vivaldi a Mozart
Los bebés escuchan desde la semana veintiséis de la gestación todo lo que ocurre a su alrededor. Pero lo que más les gusta es el sonido rítmico del corazón de su mamá que perciben día y noche.
Por ello, les encantan las repeticiones, escuchar la misma melodía una y otra vez. Hay estudios que muestran como los bebés mientras están en el útero les produce bienestar escuchar a Vivaldi (se afirma que usaba el ritmo de su corazón para medir su música). La música estimula la atención del niño y ayuda a desarrollar el hemisferio cerebral derecho. Pero hay varias elecciones musicales y Mozart puede ser otra. Existen estudios que muestran como la música de Mozart estimula el desarrollo de los centros cerebrales de la memoria, tanto en niños como en adultos.