¿Tu hijo no quiere comer?
¡No te preocupes!

EPS SURA te entrega algunos consejos prácticos para reconocer si tiene un trastorno alimenticio.
¡Presta atención!

Lo primero que debes hacer como padre es reconocer la diferencia entre el hambre y el apetito. El hambre es la necesidad natural del organismo de comer, en cambio el apetito es el deseo de comer. Y es el apetito lo que debemos incentivar en nuestros hijos, para que aprendan a disfrutar los momentos de alimentación.

Si tu hijo manifiesta rechazo por los alimentos, o consideras que tiene un trastorno, puedes comenzar por preguntarte: ¿mi hijo come lo que le gusta?, ¿come dulces?, ¿come a deshoras?, ¿toma líquidos o teteros? Sí la respuesta es sí, ¡no hay por qué preocuparse!
Esto es una inapentencia selectiva en la que tu hijo decide no comer lo que no le llama la atención.

Además, hay un trastorno que es natural en todos los niños, que es conocido como la “neofobia”. Esto es cuando se niegan a consumir alimentos nuevos, sin embargo, terminan aceptándolos si se van introduciendo paulatinamente en la dieta y en diferentes presentaciones. En ocasiones pueden requerir hasta 15 intentos de prueba para aceptarlos.

¿Y cómo reconocemos cuándo nuestros hijos sí tienen un trastorno?:
Estos son algunos de los signos o síntomas que pueden presentarse cuando efectivamente hay un trastorno y deben acudir al médico:

  • Siente dolor al tragar.

  • No come nada, ni siquiera lo que más le gusta.

  • Tiene dolor o hinchazón de abdomen, o dolores articulares.

  • Le da tos, se asfixia mientras está comiendo, o vomita cada que come.

  • Tiene diarrea más de 10 veces al día o deposiciones con sangre.

  • Su llanto es sin lágrimas y además tiene los ojos hundidos y la boca seca.
  • Tiene delgadez extrema, manos y pies hinchados, piel seca y cabello quebradizo.

  • Hay llagas, inflamación de los ángulos de los bordes de labios (queilitis) o aparición de brote en la piel.

  • Come tierra o cemento de las paredes con frecuencia.

  • Hay cambios en la conducta o en el rendimiento escolar.

¿Y cómo reconocemos cuándo nuestros hijos sí tienen un trastorno?:

  • Lo más importante es que le des ejemplo a tu hijo. Si comes con él, en la mesa, siempre a la misma hora y en porciones adecuadas, él aprenderá el hábito de comer saludablemente y en un ambiente apropiado.

  • Tú tienes la facultad para decidir dónde y qué come tu hijo. Él puede decidir cuánto come.

  • No uses distractores como televisión, videojuegos, juguetes u otros para que tu hijo coma. Él debe aprender que el lugar para comer es la mesa y que se debe hacer sin distracciones.

  • Cuando comiencen a salirle los dientes a tu bebé, no suspendas los alimentos sólidos. Si no le enseñas a comer con texturas y sabores diferentes, después va a rechazar los alimentos. Y si los escupe, reemplázalos por unos nuevos, así aprenderá que esa no es la solución.

  • Elógialo cuando coma bien, pero no lo premies, porque él interpretará que alimentarse es una tarea tan tediosa que necesita recompensa. Igualmente, no uses la comida como recompensa de una buena conducta.
  • Limita la duración de la alimentación. El niño elige cuánto quiere comer pero no debe tardar más de 30 minutos en alimentarse. Si esto ocurre, retírale el plato hasta la siguiente comida y no se lo reemplaces por mecato o por otros alimentos que sí le gusten.

  • Ofrécele hasta 15 veces un alimento nuevo en diferentes presentaciones antes de decir que al niño no le gusta. No desistas en el primer intento. Después de eso, reemplázale los alimentos por otros similares, no tienes que obligarlo a comer lo que de verdad no le gusta.

  • Realiza lavado dental después de cada comida para evitar las caries, que son una causa frecuente de inapetencia. El aseo bucal debe hacerse aun cuando no hay dientes, con un guante o una gasa.

  • Si tu hijo hace pataleta durante la comida, adviértele con firmeza que no lo haga. Lo primordial es que tú no pierdas la calma para que él no repita las pataletas como método de manipulación. Puedes explicarle que lo que hace no está bien sin necesidad de gritos ni peleas.