El hogar es la primera escuela del niño, de ahí que la atención, el cariño y los cuidados que los padres le brinden en los primeros años sean determinantes en su desarrollo.

Muchos niños padecen trastornos del lenguaje que les impide desenvolverse con soltura en el colegio o relacionarse bien con sus amigos y eso puede marcarles de por vida. La solución está en conceder al problema la importancia que merece y saber prevenir esas alteraciones del habla antes que sea demasiado tarde.

La mayoría de las veces, cuando el habla de un pequeño no es todo lo fluida que debiera, los padres se defienden respondiendo que es más avispado para otras actividades, restándole importancia al hecho. Pero en la mayor parte de los casos - salvo que exista alguna alteración física que lo impida - los trastornos del lenguaje son problemas que pueden y deben resolverse y, por supuesto, prevenirse.

La influencia del medio en el desarrollo lingüístico del niño es un factor determinante, favoreciéndolo o entorpeciéndolo, según las circunstancias. En opinión de la fonoaudióloga Janeth Yepes Medina, la afectividad es el punto de partida del desarrollo infantil. Un niño carente de afecto no sólo no puede aprender a hablar, sino que puede detener el desarrollo integral de su ser físico y mental. De igual manera, un infante sobreprotegido puede tardar mucho en hablar porque quienes lo rodean no le exigen e interpretan todos sus gemidos.

También se considera la influencia lingüística intelectual y la auditiva, que dan al pequeño la posibilidad de conquistar el lenguaje en términos expresivos y comprensivos. Por ser más evidente su desarrollo, el lenguaje hablado ocupa más la atención de los padres, sin embargo, el niño puede presentar dificultades para entender lo que se le dice. En estos casos se descarta en primera instancia la posibilidad de que existan inconvenientes neurológicos o de audición.

La American Speech Language Hearing Association, ASHA, calcula que uno de cada cinco niños tiene problemas de lenguaje, pero no todos los niños que hablan mal padecen lo mismo. Son muy diversas las dificultades que pueden presentarse, las mas frecuentes son:

La dislalia
Es el trastorno del lenguaje más común en los niños y normalmente no se le da importancia. Consiste en decir mal uno o varios sonidos e incluso puede llegar a darse la situación de que lo que dice el niño sea totalmente ininteligible, es decir, imposible de comprender. Para poner un ejemplo, cuando un niño de más de cuatro años, en lugar de terror dice telol o en lugar de pera dice pela, tiene dislalia. Este trastorno también se da en el caso, menos frecuente, de que el niño olvide pronunciar un determinado sonido (por ejemplo venana por ventana).

El retraso en la aparición del habla
Es preciso aclarar que este trastorno no implica ningún retraso intelectual. Un niño de dos años puede no decir una palabra y, sin embargo, ser muy inteligente. De todas maneras, es preciso estimular al niño para que el proceso de aprendizaje sea el correcto. Hacia los 12 meses, el niño debe ser capaz de decir algunas palabras, aunque entonces si resulta normal que las pronuncie de manera incorrecta. A los cuatro años debe haber aprendido a decir bien todos los sonidos y, si no es así, es preferible consultar a un especialista.

El tartamudeo
Suele aparecer entre los tres y los cuatro años. Todos los niños del mundo tartamudean; unos lo hacen repitiendo alguna palabra o sílaba y otros haciendo una pausa entre una palabra y otra, pero ellos no tienen por qué ser algo permanente como ocurre con los adultos, simplemente forma parte de una de las etapas evolutivas del niño. En muchos casos el niño tartamudea cuando se da cuenta de que tiene poder verbal, cuando al pedir algo se le conceden sin ponerle obstáculos y en realidad eso le provoca un susto, una sorpresa.

El mejor tratamiento de ese tartamudeo infantil consiste en no concederle la importancia. No hay que darle ninguna consigna, ni siquiera decirle al niño que hable mas despacio, que piense lo que se va a decir antes de hablar o que evite tartamudear, porque, al hacerlo, el niño será consciente de su problema y le costará más superarlo. Cuanto menos importancia se le dé, más deprisa desaparecerá el trastorno. Si no es así, será necesario comprobar que no se trata de algo permanente.

Si el niño deja de hablar de manera repentina e inesperada, si el retraso del lenguaje es muy evidente o confunde gran parte de los sonidos, pudiera ser que la causa fuera más grave e incluso que existieran problemas psicológicos, neurológicos o físicos serios. En estos casos, la ayuda de un especialista resulta indispensable.

UN FRACASO EN EL LENGUAJE ES UN FRACASO ESCOLAR

Gran parte de las dificultades del aprendizaje que se detectan en los primeros años escolares están profundamente relacionadas con anomalías del lenguaje concernientes a la motricidad, la sensopercepción, el desarrollo cognitivo y el desarrollo social del niño, y que no fueron identificadas ni tratadas a tiempo. Así lo considera la fonoaudióloga Janeth Yépez Medina basada en su experiencia profesional.

Cuando se habla de un niño con problemas de aprendizaje, normalmente se hace referencia a un niño que a pesar de poseer una inteligencia media y una capacidad auditiva y visual dentro de los límites normales y no presenta graves problemas emotivos o motores, encuentra, sin embargo, cierta dificultad para realizar el trabajo escolar cotidiano.

Algunos niños con dificultades de aprendizaje presentan un déficit de percepción, confundiendo por ejemplo, las letras b y d, o palabras como sal y las. Pero también muchos otros niños normales leen y escriben letras y palabras al revés; hasta los siete años no resulta nada extraño que se cometan tales cambios.

Teniendo en cuenta que las dificultades de aprendizaje aparecen cuando el niño debe llevar a cabo actividades específicas en el aprendizaje, estos problemas han sido clasificados de acuerdo con las diferentes habilidades que el niño debe realizar.

Disgrafía: consiste en que el pequeño tiene una calidad de escritura diferente sin que haya implicaciones neurológicas o intelectuales que lo expliquen. Con frecuencia se asocia a otras alteraciones: motoras (dispraxias, inestabilidad), organización espaciotemporal, lenguaje, lectura (dislexia), afectivas (ansiedad, inhibición).

Dislexia: es aplicable a una situación en la cual el niño es incapaz de leer con la misma facilidad con que lo hacen sus compañeros, a pesar de poseer una inteligencia normal. Sólo podrá hablarse de dislexia a partir de los siete o siete años y medio. Probablemente es el trastorno mas conocido, presentándose entre 5 y 15% de los niños. El pequeño confunde letras que tienen una configuración análoga (p-q, d-b), omite letras en la lectura, hace inversiones, reiteraciones y adiciones. Además, hay ciertas alteraciones generales como lentitud, falta de ritmo, respiración sincrónica, saltos de línea, unión de palabras, lectura no comprensiva, etc.

Discalculia: se denomina así a las dificultades específicas en el proceso del aprendizaje del cálculo, que se observan entre los alumnos de inteligencia normal que acuden regularmente a la escuela primaria, pero que efectúan de manera deficiente una o más operaciones matemáticas. Comprende la realización incorrecta de símbolos numéricos, no reconocimiento de signos y dificultades en las operaciones aritméticas. Puede aparecer de forma independiente, pero es frecuente encontrarla asociada a la dislexia.

Disortografía: se trata de un trastorno cuya característica principal es un déficit específico y significativo del dominio de la ortografía en ausencia de antecedentes de un trastorno específico de la lectura y que no es explicable por nivel intelectual bajo, por problemas de agudeza visual o escolarización inadecuada.

Dislalia: es la sustitución e inversión de un fonema por otro y la omisión de los mismos, principalmente en las sílabas compuestas o inversas. Ocurre a veces también la omisión del último fonema. Así el niño dice bazo por brazo. Puede tener el lenguaje borroso; puede hablar claro si le invita a hablar despacio, pero su lenguaje espontáneo es confuso. En general, presenta pobreza de vocabulario y de expresión, junto a compresión verbal baja.

Desde el momento en que nace e incluso cuando todavía se encuentra en el vientre materno, es de suma importancia hablarle. Además de que los lazos afectivos se estrecharán, el niño aprenderá a asimilar los sonidos de su lengua natal. Pero aun hay mas: algunos estudios aseguran que, en el primer año de vida, escuchar conversaciones forma la mente y hace al niño más inteligente, se conseguirá estimular sus reflejos, que tengan mayor rapidez mental, más capacidad para el aprendizaje rápido y más potencial para asimilar y recordar lo aprendido.