Pocos apreciados por sus efectos negativos para la salud, suelen estar presentes en entornos contaminados, sin embargo, se las ingenian para llegar a cualquier lugar.

Tradicionalmente circunscritos a medios deseados, los parásitos tienen mayor alcance del imaginado. La lucha contra ellos es desigual por su tamaño, por su resistencia y las múltiples formas que tiene de ingresar al organismo.

Por esta razón no puede afirmarse que sea un mal exclusivo de países en vía de desarrollo, así lo ratifica un informe del Programa de Agua, Servicios Sanitarios y Salud de la Organización Mundial de la Salud, OMS, en el que se menciona el caso del Reino Unido, donde sólo la mitad de las playas del país son recomendadas como aptas para bañarse por su nivel de limpieza. Según este reporte, las aguas de las playas, ríos y lagos que no cumplen las normas de higiene y seguridad adecuadas constituyen un peligro para la salud pública en varias partes del mundo. Bañarse o practicar deportes en aguas contaminadas puede provocar enfermedades leves o graves debido al contacto con el organismo como bacterias, hongos y parásitos y, en casos extremos, con agentes químicos.

Cómo actúan sobre el organismo
Los parásitos son organismos que se ubican en el tracto gastrointestinal y se aprovechan de los nutrientes del cuerpo humano. De una manera simplificada se puede agrupar los parásitos intestinales más comunes en dos grupos: protozoarios como la ameba; y los metazoarios que son tipos de gusanos como el áscaris.

El mecanismo de contagio varía dependiendo de cada parásito. La mayoría de ellos se adquieren al ingerir agua o alimentos contaminados con sus quistes o huevos, oros penetran a través de la piel cuando se camina descalzo sobre tierra contaminada.

Los síntomas producidos dependerán del organismo causante y en muchas ocasiones no se presenta ninguna molestia. Los parásitos protozoarios suelen causar síntomas predominantemente intestinales (diarrea, distensión y dolor abdominal); y los metozoarios además de producir los mismos síntomas, pueden ocasionar molestias generales o en otros órganos y sistemas (debilidad, palidez, pérdida de peso, deficiencias nutricionales progresivas, anemia, tos crónica, picazón anal).

Los parásitos afectan la nutrición de diversas maneras, consumen sangre y provocan pérdida de hierro y otros nutrientes. También generan cambios en las paredes del intestino, un factor que reduce la superficie de la membrana dedicada a la digestión y la absorción. A causa de esto no se aprovechan bien las grasas, ciertos carbohidratos, las proteínas y varias vitaminas, entre ellas la vitamina A. Otra consecuencia posible es la intolerancia a la lactosa, el uso ineficiente del hierro disponible, cólera, disenterías, hepatitis y salmonelosis, entre otras enfermedades. El tratamiento es simple, una vez identificado el tipo de parásito, una medicina antiparasitaria puede eliminarlos o reducirlos. De ahí que los remedios caseros no sean siempre los más adecuados, porque no atacan al parásito preciso. En muchas ocasiones los síntomas se deben a una infección mixta, bacteriana y parasitaria, por lo que se requerirá tratamiento antiparasitario y antibiótico conjunto.

Maneras de prevenir
Si se encuentra en una ciudad donde el acueducto no garantiza la idoneidad del agua, o está en zonas rurales siga estas recomendaciones:

â€Â¢ Consumir agua previamente hervida, filtrada o tratada.
â€Â¢ Desinfectar el agua colocando 2 gotas de cloro por litro durante media hora y luego consumirla.
â€Â¢ Lavar cuidadosamente los alimentos con agua potable antes de consumirlos especialmente frutas y verduras.
â€Â¢ Lavarse las manos después de ir al baño y antes de manipular los alimentos.