El insomnio crónico afecta a doce por ciento de la población occidental y es motivo de muchos desequilibrios y accidentes; sin embargo, de sueño nadie se muere.

 

Pasar la noche en blanco, dormir dos o tres horas es angustioso, sobre todo si en medio del desvelo pasan por la mente todos los problemas afectivos y de trabajo, sin posibles soluciones, al menos a esas horas, y la cama se convierte en un enemigo. Si uno no duerme se ofusca. Se cansa. Aumentan las preocupaciones y se llega indefectiblemente al estado de insomnio, el cual requiere una consulta al médico.

Para los especialistas la hipótesis Kales o insomnio es un impertinente círculo vicioso. Se interiorizan las emociones y eso provoca una alerta del organismo. Y el propio insomnio segrega miedo a la falta de sueño. Y ese miedo vuelve a generar la alerta emocional. Para romper ese círculo vicioso es necesario combinar terapias de relajación, medidas de higiene del sueño, psicoterapia para sacar fuera las emociones y algunas veces – previa orientación y seguimiento médico – administración de somníferos. Pero hay que tener paciencia. No hay remedios mágicos para empezar a dormir inmediatamente como un niño, porque no se duerme igual en todas las edades y circunstancias.

Sueños variables

El récord de no dormir se obtuvo artificialmente en Estados Unidos: 264 horas. Sin embargo, se ven casos de insomnios familiares reales como el de una familia escocesa que lleva varias generaciones durmiendo tres horas diarias. No todas las personas necesitan dormir lo mismo. Aunque para la gran mayoría, el promedio está entre siete y nueve horas, todo es muy relativo. Einstein por ejemplo, tuvo fama de dormilón. Las diez horas eran una obligación para él. Edison sólo necesitaba cinco y Napoleón se inventó la fórmula de “Cuatro horas para el hombre y cinco para la mujer”.

Existen varias clases de insomnes: El insomne imaginario, es el que duerme más de lo que cree. También hay insomnes temporales, aquellos que duermen mal durante una temporada, e insomnes patológicos, que tienen ya algún problema emocional.

La edad influye en los hábitos de sueño. Cuando entra en la edad madura el sueño suele ser más fragmentado y menor la necesidad de horas de descanso nocturno.

De ahí que haya personas diurnas –golondrinas- especialmente despiertas por la mañana, y personas nocturnas – lechuzas- que rinden más cuando empieza a anochecer.